Olivia & Adam

Ceremonia

En el corazón de la ceremonia, una jupá se eleva como santuario de unión sagrada, invocando a lo divino a través de paredes que fluyen en más de 200 metros de cortinas plisadas de marfil. Este templo efímero, tejido con manos cuidadosas, abre un portal a reinos invisibles, donde la esencia humana parece rozar lo eterno.El camino a este sueño está tallado con velas encendidas, cuyo resplandor desprende una fragancia que impregna el aire de lo sagrado. Las paredes plisadas, en su elegante quietud, sirven de telón de fondo a majestuosas instalaciones florales: lilas, delphiniums y statice se inclinan en devoción a los pies de la pareja, infundiendo a cada momento una fragancia que se funde con la promesa de unión.

Y como un susurro de otros reinos, las alas metálicas de una mariposa vibran en el aire, resonando en los corazones de todos los presentes. Las almas, transportadas por el eco de este momento, alcanzan un estado de comunión, un mundo de ensueño donde el amor despliega su manto, envolviendo a todos en su abrazo eterno.

“Este templo efímero, tejido con manos cuidadosas, abre un portal a reinos invisibles”

… las alas metálicas de una mariposa vibran en el aire, resonando en los corazones de todos los presentes …

Cocktail

Y así, como un susurro de otros tiempos, surge una paleta botánica tejida en tonos profundos: el verde de las palmeras que se alzan reverentes, la textura de sus troncos, el suave tacto de la arena y el seductor encanto del marfil. Esta atmósfera, como un oasis de abundante verdor, se despliega ante los ojos de los presentes, prometiendo una visión del paraíso tras el largo viaje de la vida.

En cada mirada se refleja una fauna esculpida, un topiario vivo que invita al asombro. Desde el suelo, muros de madera negra emergen como guardianes de este momento, mientras destellos dorados se entrelazan con el entorno. Aquí, el bar se convierte en un santuario para los invitados, un lugar donde celebrar es saciarse y compartir es beber de un manantial eterno de alegría. Este mundo rinde homenaje a lo sagrado, un recordatorio de la belleza que perdura, de la promesa de la vida renovada y de la conexión con lo que trasciende el tiempo.

Reception

Profundidades oníricas, donde una paleta de colores se sumerge en los tonos oscuros y profundos del océano, evocando el portal primordial del que nacen nuevas emociones. Cada tono es una invitación a explorar un mundo más allá de lo conocido, donde la naturaleza se reinventa a sí misma. En todo el espacio, el flujo del cosmos se materializa en delicadas estructuras de madera, creando una atmósfera que ondula como las mareas, bañada por el susurro del estuco color marfil que cubre cada pared. A medida que los huéspedes se sumergen en esta fantasía, altas estructuras los envuelven; son guardianes de un reino que parece nacido de los propios sueños de la tierra, puertas veladas a realidades que susurran nuevos significados.

Sobre la zona del bar, los ecos de la noche se transforman en anillos metálicos entrelazados, cuyo esplendor se manifiesta en un acabado acrílico que brilla con toques de magia nocturna. Todo en este espacio parece fundirse en un diálogo entre lo etéreo y lo tangible, un homenaje a la profundidad de lo invisible y al eterno flujo de emociones que renacen a cada instante.

“Cada tono es una invitación a explorar un mundo más allá de lo conocido, donde la naturaleza se reinventa a sí misma…”

After Party

Al caer la noche con un toque de intimidad, se abren las puertas a un mundo de fantasía donde las cortinas azules y negras se despliegan como velos celestiales, pintando un lienzo cósmico de galaxias en movimiento. Diversos planetas giran al ritmo del fuego que late en los corazones de los invitados, como seres danzantes que celebran en espontánea y efervescente armonía. En este universo tejido de amor y celebración, el suelo se convierte en terreno fértil para dientes de león gigantes que, al florecer, liberan su magia en una nebulosa de luz que llena todos los rincones. La atmósfera se impregna de destellos y reflejos, una constelación de momentos que respiran al ritmo del éxtasis compartido.

En el cenit de la noche, el DJ -un mensajero divino al borde de la montaña- moldea la energía universal, transformándola en un lenguaje musical que sumerge a todos en un frenesí de alegría. Detrás de él, las pantallas se iluminan como un retablo místico, revelando ventanas a los rincones más enigmáticos y vibrantes del universo. De este modo, la celebración se convierte en una comunión con el cosmos, un momento en el que el amor y la magia fluyen sin límites.

“La celebración se convierte en una comunión con el cosmos, un momento en el que el amor y la magia fluyen sin límites…”

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